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martes, 7 de noviembre de 2006

Irene Ocampo


La irrupción de las novelas con temática lésbica en la narrativa argentina contemporánea: Monte de Venus de Reina Roffé, y En breve cárcel de Sylvia Molloy*

 
Por Irene Ocampo, coordinadora RIMA (Red Informativa de Mujeres de Argentina)


“Mi deseo de escribir se conecta con mi homosexualidad. Necesito la identidad como un arma, para contrarrestar el arma que la sociedad tiene contra mí. No justifica mi homosexualidad, pero me daría, creo, una licencia.
Recién me voy dando cuenta de lo culpable que me siento al ser rara (queer en el original).
(…)
Ser queer/rara me hace sentir más vulnerable”


Susan Sontag, 24 de diciembre de 1959, extraído del adelanto del primer tomo de sus Diarios y Cuadernos de Notas, New York Times Magazine, 10 de septiembre de 2006. La traducción es nuestra.
Situaciones

La primera mitad de la década de 1970 en Argentina se caracterizó por una gran efervescencia política, que fue acompañada, por una rica producción literaria hasta 1974, año en que la censura alcanza una etapa de aceleración[2] . Mientras levantamientos populares fueron acallados con violencia, surgieron nuevas expresiones políticas que marcarían las décadas siguientes. Entre ellas el movimiento feminista argentino, alimentado por la segunda ola que se vivió en la década de los sesenta en Estados Unidos y Europa, y el surgimiento de lo que se dio en llamar
el movimiento de liberación homosexual. Este contexto es el que tendremos en cuenta al analizar el surgimiento de la temática lésbica en la narrativa argentina.
En breve cárcel (Ebc) de Sylvia Molloy, se editó en España en 1981 por Seix Barral; Monte de Venus (MdV), la segunda novela de Reina Roffé que se editó en Argentina en octubre de 1976 por el sello Corregidor, fue prohibida por la dictadura, no se reeditó, y quizás esa desaparición de los estantes de las librerías la alejó no sólo del público lector, sino también de la crítica; esa prohibición afectó a su autora y a su obra
posterior de manera significativa, sumando en este caso a la censura impuesta por el régimen militar, la autocensura. Reina Roffé refiere en el prólogo a La rompiente, su tercera novela, que la censura la afectó en lo personal y también a su escritura: “Por primera vez tuve conciencia de que era imposible escribir lo que quería. Y en
consecuencia me pregunté qué era lo que yo de verdad quería escribir, más allá de lo prohibido y aceptado”.[3]
La frescura que su texto brinda hoy en día, pasados treinta años de su publicación, sorprende, y nos da la posibilidad de compartir esta sorpresa, y de comenzar a situarla dentro de este fuera de canon que suponen las novelas con temática lésbica, para la narrativa contemporánea de nuestro país[4] .
Escrita entre fines de 1973 y principios de 1976, MdV oscila entre los momentos vividos por Baru en la escuela nocturna de un liceo de señoritas, y Julia Grande, una de sus compañeras, quien en primera persona narra su iniciación sexual en una ciudad provinciana, y luego su deambular por Buenos Aires. Mediante el efecto de estar leyendo la transcripción de cintas grabadas con los hechos que recuerda Julia, la
autora nos permite acercamos a la Julia adolescente, y a las peripecias vividas por alguien que, por estar con la persona amada – otra mujer– dijo e hizo cualquier cosa, e incluso llegó a prostituirse. La vida de su círculo de amistades en la Buenos Aires de los años sesenta, se erige como un importante testimonio, si bien ficcional, de aquellos años. La alternancia de estos recuerdos, con los hechos que viven las estudiantes
adultas del liceo entre los años 1972, 1973 y 1974, contados ya como algunos pensamientos de Baru, pero en forma más contundente a partir de los diálogos de sus compañeras, con los profesores y profesoras, y las autoridades del establecimiento estudiantil, otorgan a esta historia un importante juego de generaciones.
En breve cárcel (Ebc) al ser editada en España por el sello Seix Barral, pareció sortear la prohibición de la censura militar, pero debió entonces quebrar la distancia que la separó del país de origen de su autora durante los últimos años de la dictadura, para llegar a estas costas luego de recuperarse la democracia.
Sylvia Molloy era ya una importante crítica académica cuando publica Ebc –Las letras de Borges fueron publicadas dos años antes, ya en su residencia en Estados Unidos–. Aquí se evocan las relaciones amorosas que se dieron entre tres mujeres, mientras la que escribe, a la que no se le dio nombre en el texto, recuerda su infancia, y compara, en un constante círculo vicioso, las diferentes formas en que se relacionó, o no, con las otras dos: Renata y Vera.
Molloy, además, aprovecha ese tono intimista, para analizar la producción misma de la novela que estamos leyendo. Las decisiones que toma la autora de un texto que surge de las vivencias de esa misma persona, entre las que se cuentan la de cambiar varias veces de iniciales, y luego a nombres insignificantes, los nombres de personajes
protagónicos o no, son algunas de las situaciones que se leen con el mismo entusiasmo con el que nos acercamos a los momentos vividos con Renata o Vera, o con las dos a la vez. Las marcas geográficas, como bien lo aclara su autora, fueron borradas, aunque algunas descripciones nos hablan de paisajes lejanos a los más habituales de nuestro país, o del sur del continente americano.

Prohibiciones y viajes sociales

Mientras Baru, una de las protagonistas de MdV, camina por la calle y lucha contra el escozor en su entrepierna producto de haberse afeitado el vello pubiano, descripto en las primeras líneas de la novela, surge con nitidez uno de los motivos que la impulsarán a asomarse a la vida pública: “De tanto en tanto se detenía en alguna vidriera para darse un respiro y acelerar el motor del resentimiento y la rabia que la impulsaba a rebelarse contra su destino, en un mundo donde ‘las mujeres tienen todas naturaleza de domésticas’. Repitió la frase por lo bajo y no se sintió ajena a eso que había escrito alguna vez Céline, casi con justa razón.” (MdV, p. 11) Y que más adelante, profundiza: “Que la fiebre culturalista no bastaba para desligarse de su condición de doméstica”. (MdV, p.11)
Entre esa fiebre y esa rabia, la búsqueda del texto de Céline acompaña ese viaje urbano de Baru, desde su casa, su ámbito doméstico, hacia el Liceo. Esa actitud significa romper con la sumisión que el sistema social le impone como mujer. Hasta que se encuentra ese texto la novela brinda una probable pero nefasta anticipación: “El negocio era un local muy grande y bien surtido. Se dirigió a los estantes e inclinó un poco la cabeza para leer los lomos. Temió que el libro estuviera prohibido. Con disimulo se acomodó el elástico de la bombacha y sintió un leve alivio. El vendedor, ni bien se desocupó, fue a toda carrera, solícito, a su encuentro, en el momento preciso en que Baru había hallado lo que buscaba: Viaje al fin de la noche”. (MdV, p. 12, el subrayado es nuestro) Cuando Baru inicie el viaje que la lleve –por propia voluntad– de lo privado a lo público, encontrará en sus compañeras del liceo a otras, para quienes su rabia y rebeldía les serán un poco más ajenas. Entre ellas estará Julia Grande, quien llamará la atención de Baru, y aparecerá mencionada en su libreta de anotaciones –antes de tomar la palabra en primera persona–: “Marzo, 27 – Julia Grande: compañera de colegio, muy extraña” (MdV, p. 27).
Estas anotaciones tienen algo de diario personal, y también de resumen de la actualidad de esos años, un formato muy parecido al que el adelanto de los Diarios de Susan Sontag nos ofrecen. Al mismo tiempo sirven para comenzar a identificar algunos nombres de las compañeras de Baru, y algunas de las características que más sobresalen:
“Marzo, 21 – Fue secuestrado el director de Fiat Concord [5]
“Abril, 7 – Angélica Solís: compañera de colegio, como todas las gordas, buena, romántica y un poco tonta. Se deja utilizar por Betiana Sotelo, amiga por comodidad y altos intereses.
“Abril, 10 – Oberdan Sallustro fue hallado muerto.
“Abril, 17 – Susana Puig: compañera del colegio; algo afectada. No sabe lo que quiere. Posiblemente, no quiera nada.
“Abril, 30 – No se consigue trabajo. Continúa la dependencia. ¿Cómo se
hace para crecer?” (MdV, p. 27)

Tomar la palabra

“Me llamo Julia Grande. Nací el 18 de diciembre de 1945, a las nueve de la mañana, según consta en mi partida de nacimiento. (…)
“Ahora dadas mis inclinaciones, si se las puede llamar así, me hicieron una serie de análisis y con respecto al nacimiento se comprobó que se habían mezclado las placentas. [con las de su hermano mellizo] No sé si es cierto, pero así me dijeron.” (MdV, p. 40)
Esta es la primera vez que leemos el relato en primera persona de Julia Grande. Esa aparición en la novela está mediada por lo que Roffé tituló a lo largo de MdV “Grabación pasada en limpio”. Así podemos leer, como si Julia Grande nos lo estuviera contando ahora, cómo fue su infancia, cuál fue la relación con sus padres y su hermano. Los primeros descubrimientos, los primeros besos, la relación con su cuerpo.
Como en un relato paralelo, intercalado con lo que Baru y sus compañeras están viviendo en el Nocturno, entre ellas la misma Julia, esta primera persona nos retrotrae a su infancia en los años 40 y 50, y luego a su adolescencia en los años sesenta. Estas marcas generacionales nos permiten también relacionar al personaje de Julia con el de la narradora de En breve…
Esa voz no es la de alguien que hable desde la pertenencia a una mayoría. Roffé decidió aportar desde su lugar de joven narradora, partiendo de lo que los movimientos de autoafirmación de la mujer y los nuevos estudios sobre la sexualidad femenina de la época habían puesto en la mesa del debate: “Me guié por esa necesidad que, en mi caso, se despertó muy pronto, de indagar los motivos del autoritarismo, la represión y la marginación sufrida por un amplio sector social, cuya
víctima principal es la mujer”[6] . En Monte de Venus la voz principal es la de las mujeres, y el personaje de Julia Grande expresa sin tapujos su vida como lesbiana en esa época. Desde los márgenes, luego de haber sido echada de la casa paterna, y haber emprendido la huida junto a otra mujer que muy pronto la abandona por un hombre. Esa será la primera de las muchas traiciones que sufrirá a lo largo de su vida, y que irá
contando hilvanadamente, mostrando la condena social que una mujer dispuesta a vivir su lesbianismo a pesar de todo debía soportar.

“Vengar la historia”

La narradora de En breve cárcel comienza a “escribir una historia que no la deja (…) Quiere fijar la historia para vengarse, quiere vengar la historia para conjurarla tal como fue, para evocarla tal como la añora”. (Ebc, p. 13)
Esa historia se escribe/inscribe en un breve espacio físico, un pequeño y oscuro cuarto, en un breve lapso de tiempo, el tiempo de la espera por una mujer, Renata. “Mientras espera escribe; acaso fuera más exacto decir que escribe porque espera” (Ebc, p. 15)
Los relatos de la infancia, que aparecen asociados a las figuras que rodearon a la narradora –su madre, su padre, su hermana Clara, su tía– concentran esas sensaciones, esos recuerdos, los ordenan: “Aprendió de chica a controlar la zozobra, a negar cuanto pudiera llevarla del lado del desorden, del desmán, de la locura: se defendía con sus fantaseos, con su aislamiento, sobre todo con una conducta ejemplar”. (Ebc, pp. 28-29)
Este desorden controlado, contrasta con los hechos protagonizados por Baru y sus compañeras en el Liceo de señoritas. La conformación del centro de estudiantes, transformó a sus sumisas alumnas en sujetos políticos, tal como lo pretendía Baru al comienzo de MdV. La sordera ante sus demandas, las conduce a tomar el establecimiento escolar, lo que desencadenará en fuertes reacciones entre las protagonistas y un restablecimiento del orden traumático y desesperanzador.

Si Monte de Venus fue como ya dijimos, la segunda novela de una joven periodista de 23 años, cuya prohibición operó de tal forma que la hizo replantearse su postura ante la escritura [7], En breve cárcel es la publicación de una autora ya madura, preocupada tanto por escribir sobre la escritura, como sobre las relaciones entre mujeres. Para la lectura y la búsqueda de otras novelas que en la narrativa argentina comparten la
temática lésbica, creemos necesario tener en cuenta esta irrupción de temas y autoras, desafiantes dentro de las letras, y que debieron sufrir fuertes impactos.
“Quién se va, quién se fue, quién no se puede ir: quién por fin, rompe”, (Ebc, p. 156) se pregunta esa narradora anónima. Tanto Sylvia Molloy como Reina Roffé viven fuera de Argentina desde hace décadas –Molloy en Estados Unidos desde los 60 y Roffé en España desde los 80. Mientras tratan de vengar historias de silencios, de prohibiciones, de amargos desencantos, han publicado sus novelas en Argentina.

Notas:

* El presente trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre las novelas de temática lésbica en Argentina.

1. Daniel Balderston y José Quiroga Sexualidades en disputa: homosexualidades, literatura y medios de comunicación en América Latina, Libros del Rojas, Buenos Aires, 2005, págs. 30–312. Según Andrés Avellaneda, la censura venía operando en Argentina desde la década del 60, y se fue acentuando y aceitando a lo largo de las distintas administraciones militares y civiles, pero fue el año 1974 en el que se dio a conocer en el lenguaje castrense el término “guerra ideológica”. Andrés Avellaneda, Censura, autoritarismo y cultura: Argentina 1960-1983, Tomo I, Centro Editor de América latina, Buenos Aires, 1986, pág. 10
3. Reina Roffé, La rompiente, Punto sur, Buenos Aires, 1987.
4. Diana Bellessi saludó así, en la contratapa de Habitaciones, la novela de Emma Barrandéguy, a su autora: “Bienvenida al fuera de canon, a la línea fronteriza de la gran escritura argentina”. Diana Bellessi en “Contratapa” a Emma Barrandéguy, Habitaciones, Catálogos, Buenos Aires, 2002.
5. Se refiere al secuestro del entonces director general de Fiat Argentina, Oberdan Sallustro, en el mes de marzo de 1972 a manos del ERP, quienes querían obligar al entonces presidente Gral. Lanusse, a negociar la liberación de Sallustro por la de presos políticos, entre los que se encontraba su líder Mario Santucho. María Seoane “Argentina. El siglo del progreso y la oscuridad (1900-2003)”, Buenos Aires, Cítica,
2004, pág. 116
6. Reina Roffé, comunicación personal, septiembre 2006.
7. La prohibición que sufrió Monte de Venus de parte de la dictadura al poco tiempo de llegar a los anaqueles de las librerías es recordada por otro escritor prohibido en esa época. Luis Guzmán en el prólogo de 1984 a la reedición de su también censurada El frasquito, comparte la anécdota en la que se le aplica una multa por tener en exhibición en la estantería de la librería en la que trabajaba un libro prohibido: era la
novela de Reina Roffé.


Bibliografía

Avellaneda, Andrés Censura, autoritarismo y cultura: Argentina 1960-1983, Tomo I, Centro Editor de América latina, Buenos Aires, 1986
Balderston, Daniel y José Quiroga Sexualidades en disputa: homosexualidades, literatura y medios de comunicación en América Latina. Libros del Rojas, Buenos Aires, 2005
Bellessi, Diana en “Contratapa” a Emma Barrandéguy, Habitaciones, Catálogos, Buenos Aires, 2002.
Molloy, Sylvia En breve cárcel. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1981
Roffé, Reina Monte de Venus. Corregidor, Buenos Aires, 1976
––, –– La rompiente, Puntosur, Buenos Aires, 1987.
Seoane, María Argentina. El siglo del progreso y la oscuridad (1900-2003). Buenos Aires, Crítica, 2004

Ponencia presentada en VIII Jornadas de Historia de las Mujeres y III
Congreso Iberoamericano de Estudios de Género, Villa Giardino, Córdoba25 al 28 de octubre 2006



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